En el 2001 comence la experimentación de jugar con piedras creando esculturas efímeras.
Este tipo de expresión artistica dentro del Land Art se le llama Rock o Stone Balance, tiene que ver con la creación efimera, con la naturaleza y con la filosofia Zen.
Lo que siento cuando cocreo las esculturas efímeras no pertenece al mundo de las palabras. Va más allá del pensamiento, es una sensación de conexión con algo divino y a la vez primitivo.
Es una expansión de todas las células de mi cuerpo físico comunicando con mi espíritu, un contacto con el origen del humano, su necesidad de crear, aprender, elevarse y estar en equilibrio.
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Mis manos las escogen intuitivamente, las sopesan, las acarician, me comunico con ellas. Y expreso mi instinto colocandolas una encima de la otra en equilibrios inestables. En la acción meditativa la mente se centra en un fluido presente continuo. Y me siento uno con todo.
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Conecto con mi cuerpo, el cielo está sobre mi cabeza, la tierra bajo mis pies. Siento el sol y la brisa en mi piel. De fondo escucho el sonido del mar y de los arboles en movimiento. Respiro.... Contemplo cada piedra única, como a una bella obra de arte en si misma.
A veces al poner una piedra rompo el equilibrio y la escultura cae, respiro con serenidad y vuelvo a intentarlo de nuevo, lo consigo y al momento vuelve a caer. Sé cuando llega el momento de rendirse con humildad. Con el tiempo las conozco mejor y es más fácil encontrarles su lugar. El viento también les hace perder el centro, es todo un espectáculo ver como se desmoronan con la serenidad del desapego.
La colocación de las piedras no tiene un guión, va sucediendo. Hago bailar las piedras una sobre otra hasta lograr que ellas me guíen a encontrar un punto de encaje. Cada encaje es correspondido con un gozo interno, es como si hubiese ocurrido un milagro.
La obra a veces se parece a animales, seres, mujeres, símbolos, espíritus, árboles. Ofrecen un impacto visual extraño. Me sorprendo con las bellas formas que expresan, el respeto que imponen, las alturas que alcanzan, los difíciles equilibrios que comparten, los desafíos al viento y a la fuerza de la gravedad.
Al contemplar la escultura efímera experimento una sensación de paz inmensa, de alegría, de estar ante algo sagrado que me trasciende.
Tras una jornada entregada a vivir la comunión creativa con la naturaleza a través de las esculturas de piedras, me despido de ellas para siempre. A lo largo de estos años la creación y contemplación de las esculturas de piedras en equilibrio me han invitado a meditar y reflexionar sobre diferentes aspectos de mi existencia en este mundo. Al acabar les hago una foto con la intención de compartir la imagen del acto efímero. Al final queda eso y lo vivido, que es mucho.
Fotografías y texto: Ramón Hermosín Valiente
Fotografías*: Ofelia Gasque Andrés